sábado, 17 de enero de 2015

Jorge Basadre "La obra civilizadora del Clero en el Perú Independiente" Revista Renovabis, Año XI, Septiembre—octubre 1951, nn. 129-130, pp. 280-290

 

Al lado de miles, de miles, de miles de cunas cumplieron los sacerdotes su misión sagrada en todo tiempo. Acompañaron en su hora postrera a incontable gente preclara, a gente de la que no tenemos noticia, y  nuestros propios padres y hermanos. Permitidme tan sólo citar unos cuantos nombres de peruanos que fallecieron dentro de las más diversas y dramáticas circunstancias: El Presidente Gamarra, cayendo en medio del fragor y del polvo de la batalla de Ingavi mientras a su lado permanecía un humilde cura, el Sr. Juan Armas, vicario del Ejército; arrodillado sobre su sangre con las manos elevadas al cielo musitando una oración halláronle los enemigos triunfantes. Domingo Nieto, presidente dela Junta de gobierno, haciendo testamento el mismo día de su muerte en el Cuzco, uno de cuyos tres testigos fue el cura párroco de la Matriz, Dr. Pedro José Martínes, y abriendo en seguida un codicilo que ya no pudo firmar "por lo trémulo de su mano", con el único objeto de disponer que a la imagen de Nuestra Señora del Rosario del puerto de Ilo se le mandara hacer y se le dijese un manto y un escapulario que debía estrenar en solemne fiesta. El Presidente San Román falleciendo cristianamente en abril de 1863, suscitando una formidables manifestación pública cuando le fuera llevada la extremaunción que le fue administrada por el humilde P. Lópes de Chorrillos. Manuel Pardo asesinado alevosamente en noviembre de 1878 en el pasadizo que conduce al patrio interior del Senado y pronunciando antes de morir frases de perdón para el asesino, de amor a su familia y de pedido de un confesor, que lo fue el P. Caballero de la Orden Predicadores, mientras los santos óleos le fueron administrados por el cual Tovar, del Sagrario. Miguel Grau, recibiendo siempre los auxilios de la Religión antes de salir al frente de su veloz y silenciosa nave sobre cuyo puente , según los famosas palabras de Monseñor Roca y Boloña, el Infortunado y la Gloria se dieron una cita misteriosa en las soledades del mar" p. 288


(Foto de seminaristas y sacerdotes con Monseñor Hugo Garaycoa; nuevos sacerdotes, misiones)