sábado, 13 de junio de 2015

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Luis Dalle Perier ss.cc.

por Hilario Huanca Mamani ss.cc.

El coronel Dalle

- ¡El coronel Lucho!
- ¿ Verdad que parece un militar, no?

Así comentamos alguna vez sus hermanos de Luis Dalle mientras le observábamos trotando en la playa durante el día de descanso del encuentro anual que tenemos los religiosos en Lima. Ya estaba entrado en años pero efectivamente tenía una apariencia de un militar retirado. De carácter fuerte, hablar franco y modales a veces bruscos. Por su manera de ser, actuar y tomar decisiones no han sido pocas las veces que ha tenido desencuentros con sus hermanos de congregación, quiénes por toda respuesta soltaban un "Sacré Lucho". Desde aquel fatídico día de su muerte han pasado 19 años pero su memoria sigue vigente entre nosotros.

Luis Dalle fue un religioso de los Sagrados Corazones de origen francés, nacido en Prinsejuols, Lozére el 27 de abril de 1922. De familia campesina y creyente. El antepenúltimo de los catorce hijos que tuvieron los esposos Alexandre Joseph Dalle y Rosalie Perier. A los 12 años ingresa a la congregación invitado por el padre Chauchard, en ese entonces encargado de la promoción vocacional; hasta el 15 de Setiembre de 1939 hizo su profesión perpetua como religioso de los Sagrados Corazones.

La segunda guerra mundial lo obliga a interrumpir sus estudios en el seminario. Es movilizado por los alemanes a realizar los "Trabajos voluntarios" en el Servicio de Trabajo Obligatorio en Hamburgo. Luego, por su colaboración con la "Resistencia", es detenido y recluido en el campo de concentración de Buchenwald. Aquí experimenta la crueldad de la que son capaces los seres humanos con sus propios semejantes y el sufrimiento humano al ver morir a los presos poco a poco por el duro trabajo, el maltrato así como el escaso abrigo y la poca alimentación. El mismo tiene que comer pedazos de carbón para no morir rápido. Pero esto no le impide desarrollar su apostolado a favor de sus compañeros presos. En la medida en que la situación se lo permite los cuida, acompaña, cura y comparte su comida; igualmente reza con ellos y celebra la misa clandestinamente. Al parecer, esta dolorosa experiencia forja en él su espíritu indomable y la decisión de luchar radicalmente por la dignidad de todos los seres humanos. Cuando ya lo daban por muerto, al ser liberado por los aliados en 1945 pesaba sólo 47 kilos habiendo sido él un hombre robusto de 1.80 metros de altura. Terminada la guerra continúa sus estudios teológicos y es ordenado sacerdote el 9 de Julio de 1946. A los dos años partirá en misión.

Llega al Perú el 14 de Febrero de 1948. En Lima se incorpora como profesor del colegio de los Sagrados Corazones "La Recoleta" hasta el año de 1953. Uno de los colegios religiosos privados prestigiados de Lima dedicado, en esos tiempos, a la educación de los hijos de la clase social alta y dirigente del país. Contaba con un equipo dinámico de docentes religiosos, mayoritariamente franceses, convencidos de su contribución al bienestar del país educando cristianamente a sus futuros dirigentes. A las muchas actividades escolares ya existentes, Luis Dalle añadió la movilización de los jóvenes a través de los grupos de los "Corazones valientes", animador de las misas comunitarias en castellano, promotor de las excursiones al interior del país y especialmente a los lugares donde se encontraban los misioneros de la congregación. Porque, para él sólo se amaba lo que se conocía, es decir, quería que sus estudiantes conozcan y amen a su país.

Entre los años 1954 y 1961 Luis Dalle se dedica a la pastoral parroquial. Primero como vicario parroquial de la parroquia de Puente Piedra y luego como primer párroco de Santa Rosa de Quives y Yangas. Experiencias que le permiten empezar a conocer de cerca la otra cara del Perú marginado de patrones y siervos. Hasta que en 1961 es nombrado Superior pro- provincial de la congregación en el Perú, responsabilidad que desempeñará durante seis años hasta su destinación al Sur andino.

Hacer del runa un hombre de pie

Alentados por el nuevo dinamismo evangelizador del Concilio Vaticano II, el mes de Agosto de 1968, encabezados por Mons. Luis Durán de la Arquidiócesis del Cusco, varios obispos del sur constituyen el Instituto de Pastoral Andina (IPA), conformados inicialmente por la arquidiócesis del Cusco, las diócesis de Puno y Abancay y la prelaturas Chuquibambilla, Sicuani, Juli y Ayaviri. En esta última estaba como obispo Mons. Luciano Metzinger ss.cc.; una instancia eclesial presidida por los obispos y dedicada al estudio de la realidad andina, formación de agentes pastorales y coordinación de la pastoral de conjunto. En estas circunstancias, Luis Dalle llega primero a Ayaviri en 1968 como asesor del Instituto de Educación Rural (IER) de la Prelatura, luego en 1969 es nombrado secretario ejecutivo del IPA y finalmente el 30 de Octubre de 1971 es nombrado como administrador apostólico de la Prelatura Nullius de Ayaviri por el Papa Pablo VI, responsabilidad de pastor que ejerce hasta el día de su muerte ocurrida el 9 de Mayo de 1982. En la Iglesia Sur Andina se le recuerda no sólo como participante activo de la pastoral de conjunto sino como su decidido impulsor. Como miembro de esa se caracterizó por la evangelización profética, la revalorización de la cultura y la justicia social de los pueblos andinos. De su presencia en el sur andino, quizá resume mejor el testimonio hermana Bernarda Ballón - Landa ss.cc.: "Y es que tenía una obsesión: Quería al pueblo de pie".

Luis Dalle entra en relación con el hombre andino partiendo de un principio básico, el del reconocimiento de su condición de "Runa" (Ser humano), palabra con la que los andinos se denominaban así mismos, en vez de indios o campesinos que tenían una connotación más despectiva o geográfica respectivamente. Pero también estaba convencido, que como todas las personas, los andinos eran portadoras tanto de valores como de defectos; por lo que se atrevía con libertad a animar sus acciones positivas como de condenarlos si no estaba de acuerdo. A la vez, reclama de los demás el respeto a la vida y los derechos de estos pueblos y, como veremos más delante, es exigente con ellos para que sean responsables de su destino, afirmando con firmeza que "Un hombre acomplejado y alienado no puede ser un agente de cambio". Mantiene con ellos una relación de diálogo en respeto mutuo y en igualdad de condiciones. Y así se compromete con los andinos como el que los acompaña en su camino.

Él era de los que consideraban que para evangelizar a los pueblos andinos había que conocer su cultura. Por eso su cargo de director del IPA le permite concretizar sus convicciones. Realiza investigaciones antropológicas estableciendo un contacto directo con el mundo de los pueblos que va a evangelizar para recoger los testimonios de su vida. Se desplaza por los lugares más alejados del sur; se pasa días y noches observando, escuchando todo lo que encuentra a su paso; participa en las labores cotidianas, fiestas y celebraciones propiamente andinas como el servicio a la "Pachamama" (O la santa tierra). Después sistematiza lo que ha recopilado e incluso para hacerlo adecuadamente tiene que realizar estudios de capacitación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Sus investigaciones le llevan a descubrir que a pesar de años de dominación la cultura andina se mantiene. Lo que le lleva a concluir: "Es una esperanza para mañana, pues se edifica sobre lo que existe". Luego, todo esto lo compartirá con los demás a través de sus artículos escritos en la revistas "Hallp'anchis Phuturinqa" o "Pastoral Andina" y los conocidos "Cursillos" del IPA, los que más tarden se convertirán en los "Encuentros de teología del Sur Andino" que se mantienen hasta la fecha.

Luego se propone como tareas: Primero, hacer que los andinos expresen su vida y su fe sin miedos ni complejos a través de sus propias culturas, por ejemplo el quechua o el aymara; y segundo, que la iglesia católica sea capaz de reconocer en esas culturas "Las semillas del Verbo", se deje evangelizar y, a su vez, ella anuncie la Buena Nueva en los modos culturales andinos y rescate sus ritos religiosos como expresiones legítimas de su relación con Dios y deje de considerarlos como meras supersticiones. Por eso, en su artículo sobre "El despacho", al señalar las líneas pastorales, se pregunta: "A los misioneros del Ande, el Concilio y el mundo indígena, lanzan el mismo reto: ¿tendremos la verdadera caridad, la imaginación, el espíritu de creatividad necesarios para volver a escribir nuestros catecismos, nuestros sermonarios, nuestra espiritualidad, nuestra teología en el contexto de la Pachamama, de los Apus, de las estrellas? Desafío es desafío".

En lo que se refiere a su preocupación social, al llegar se encuentra con pueblos mayoritariamente rurales, de extensas haciendas aún de tipo feudales; un auge de movimientos sociales, entre ellos, los campesinos; y la toma del poder de los militares en Octubre de 1968 que se reclaman revolucionarios y socialistas. Los que más tarde llevarán a cabo la reforma agraria y crearán las empresas asociativas agrarias de distintos tipos.

Lo que más le llama la atención es el abandono, la marginación y la pobreza que viven la mayoría de sus habitantes. Más aún no sólo se trataba de individuos o clases sociales menos favorecidas de un país integrado; sino de pueblos enteros con procesos históricos y culturales propios, que vivían al margen del país oficial como era el caso de los pueblos quechuas y aymaras. Esto lo lleva a poner énfasis en la pastoral social como una dimensión de la tarea evangelizadora. Por eso, en adelante se dedicará a la reivindicación de los derechos de estos pueblos. Pero su convicción es que ellos no deben necesitar intermediarios para hacer respetar sus derechos sino actuar directamente como pueblo consciente y organizado. Por eso alienta en toda la Iglesia Sur Andina una intensa formación y organización de los sectores populares. Dedica una especial atención a la capacitación de los líderes sociales y eclesiales. Y procurará que ellos mismos se interesen de su propia realidad, hagan respetar sus derechos, escriban sus memoriales y si es necesario se movilicen. Por otro lado rechaza todo paternalismo y apoyos sociales que sólo sirven de paliativo y no solucionan los problemas.

Pero cuando estos pueblos sufren atropellos de parte de los grupos de poder o autoridades locales no duda en solidarizarse con ellos. De estos casos hay muchos testimonios como el de los maestros de Cuyo Cuyo o los comuneros de Chejani. Ante estas situaciones sabía llegar hasta el lugar de los hechos para tomar conocimiento directo de los hechos para luego decir o tomar una acción como pastor. Cuando no se les hacía justicia, denunciaba, se presentaba directamente ante las autoridades competentes y aún la denuncia pública si era necesario. Y en los momentos más apremiantes de las movilizaciones populares del sur supo estar presente acompañándolos. De aquellos momentos son memorables los pronunciamientos que junto con sus hermanos obispos del sur andino emitieron como "Recogiendo el clamor de nuestro pueblo" del 10 de Julio de 1977 o "Acompañando a nuestro pueblo" de Setiembre de 1978.

Pero, lo que le hace decir o hacer a Luis Dalle de esa manera, en sus preocupaciones por la cultura, la religión y la situación social, está su íntima convicción de la misión evangelizadora de la Iglesia: "En este complejo humano, la Iglesia servidora de la humanidad, aceptando la religión natural de los indígenas como un camino válido y sincero hacia la luz de Cristo, rechazando la vieja mentalidad ignorante y pretenciosa que calificaba como idolatría y superstición cualquier gesto religioso del indígena, puede contribuir a dar al hombre de los Andes confianza en sí mismo. Puede contribuir a hacer un hombre que está de pie. Y un hombre de pie percibirá la luz de Cristo más fácilmente que un hombre alienado, doblegado ante sus amos" (Informations Catholiques Internacionales, 15 de Setiembre de 1970).

Esta manera de actuar le conduce sin quererlo a entrar en conflicto con la jerarquía de su propia iglesia. La Nunciatura, por ejemplo, acoge denuncias en contra de Luis Dalle y cuestiona su labor pastoral. Por lo que tampoco se le consagrará como obispo; este hecho, aunque no ha sido interés de Luis Dalle, sí ha sido doloroso para su iglesia pues sus fieles se daban cuenta que en muchos casos no podía actuar como obispo, por ejemplo, cuando tenía que ordenar a sus sacerdotes. Igual cuestionamiento encontró en las autoridades y grupos de poder nacionales que no veían con buenos ojos a "Ese curita comunista". Son memorables los intercambios de cartas entre él y el semanario "El Tiempo", entre los que se encontraban sus amigos de Lima.

Mientras tanto, estos trajines y desencuentros fueron minando su salud, por lo que ya no viajaba en vehículo propio sino como pasajero. Así, después de participar en la reunión anual de la Conferencia Episcopal Peruana, cuando regresaba de Lima a Ayaviri, en el kilómetro 11 de la panamericana sur, la madrugada del 10 de mayo de 1980 se encontró con la muerte inesperadamente pues, el ómnibus en que viajaba chocó con un camión. Después de varios días, el padre Juan Luis Schuester encontró su cadáver en la morgue de la ciudad de Arequipa, estaba completamente desnudo, le habían robado todo, hasta su anillo pastoral.

Sus hermanas y hermanos de congregación, después de velarlo en la parroquia de Sachaca lo trasladaron hasta Ayaviri. Allí fue acogido, velado y enterrado por su pueblo; una multitud de pobladores, estaban unidos sus hermanos obispos del sur andino, autoridades locales, sacerdotes, congregaciones religiosas, dirigentes de las principales organizaciones populares. Al concluir la misa dio la vuelta a la plaza de armas de la ciudad sobre los hombros de los religiosos hermanos de su congregación, de los docentes y de los campesinos a quienes tanto quiso y por quienes luchó denodadamente. Finalmente se enterró en la pequeña capilla de la misma catedral. Lo cobija una fosa construida de cemento, en la cabecera una chakitajlla y una ofrenda a la pachamama y encima lo cubre una loza de cemento. Lleva inscrita en la lápida "Hallp'anchis fhuturinqa" (Nuestra tierra florecerá). Así Luis Dalle se quedó con nosotros, su pueblo andino para siempre.