lunes, 28 de agosto de 2017

P. Manuel Montero, SJ (Madrid 1927-Lima 2010)
Unánime sentir de los cuzqueños. Entre los acreedores a ser
beatificados de los últimos años en el Cuzco, el jesuita P. Montero y
el mercedario P. Ampuero. Les comparto cuantos datos y fotos he
conseguido del primero.
El P. Manuel Montero SJ falleció el 7 de marzo del 2010 en la
Enfermería de Fátima, luego de un largo proceso de cáncer. Agradecemos
al Señor el ejemplo de su vida de jesuita, desarrollada sobre todo en
el Cusco, donde era tan querido. Y pedimos que desde la plenitud de la
vida en Jesús Resucitado interceda por nuestro país y nuestra
Provincia.
El P. Montero había cumplido 82 años en diciembre, había entrado a la
Compañía en setiembre de 1945, y fue ordenado sacerdote el 15 de julio
de 1960.
Una muestra del cariño ganado por todos los cuzqueños fue la
declaratoria como hijo del Cuzco. El "Diario Correo" de 17 de marzo
del 2010 lo notificó. "En una ceremonia realizada en el templo de la
Compañía de Jesús; el alcalde de Cusco, Luis Flórez García, acompañado
de la primera regidora Leonarda Ayarza, entregó la Medalla de Alcaldía
al padre Manuel Montero Torres como agradecimiento a la labor pastoral
realizada en nuestra ciudad. La distinción fue entregada al padre
Alejandro Rapullez, representante de la orden Jesuita en Cusco, luego
que el pleno del Concejo Municipal Provincial aprobara por unanimidad
declarar Hijo Ilustre Imperecedero al reverendo padre Manuel Montero,
quien dejó de existir el pasado 7 de marzo en la ciudad de Lima".
http://diariocorreo.pe/ciudad/padre-montero-hijo-ilustre-del-cusco-139075/
P. Manuel Montero SJ en la Casa del Padre Víctor Casallo
http://formacionpastoralparalaicos.blogspot.pe/2010/03/p-manuel-montero-sj-en-la-casa-del.html
2010-03-09 09:21:18
Manolo Montero partió al seno del Padre el último domingo, con la
misma discreción con la que dio su vida cada día. En la maravillosa
ciudad del Cusco, encargado durante años de la bella iglesia de la
Compañía, el "Padre Montero" vivía para los menos visibles y más
ignorados. En las calles o en su oficina compartía una palabra de
aliento, un gesto de perdón, el dato de un trabajo o una limosna para
dar de comer a su familia. Sin altos cargos ni dignidades, lo
reconocían en cada esquina. Era tan parte del Cusco como su aire puro:
vital e imperceptible.
Montero encontraba a Dios en las vidas más frágiles, quizás porque fue
su propia fragilidad la que lo llevó al Cusco: enfermo, fue destinado
a ese clima más sano; aunque lo que más lo hizo sufrir fue la
inactividad que debió guardar para recuperarse. Quienes lo conocemos,
imaginamos cuánto le habrá costado. Contaba esa historia sin
dramatizarla, al igual que su experiencia de la guerra civil que le
quitó familiares y le hizo conocer el hambre. Compartía esas vivencias
"para en todo edificar": herido por la debilidad aprendió cada día,
hasta el final de su vida a poner todo en manos de Dios. Su pasión, la
que le hacía brillar los ojos, indignarse o bromear, era que todos
compartamos esa confianza en el Padre y no carguemos solos nuestras
cruces.
Esa confianza lo hizo increíblemente libre: en el púlpito, en la mesa,
en el taxi, en las aulas del colegio y del seminario, y en cada lugar
donde estuvo, sus palabras aspiraban a transparentar al Dios que lo
llenó de energía hasta el final. Hablar por primera vez con Montero
era sorprenderse de su apertura al escuchar y opinar. Desarmaba las
poses y prejuicios de quienes primero veíamos su sotana –sobre
innumerables capas de ropa – y luego descubríamos su libertad, lucidez
y picardía. Con esa libertad nos aclaraba el valor de los estudios.
Recibía con ilusión los libros y copias que le llevaba de vez en
cuando. Hace solo un mes comentaba sus impresiones sobre el "Jesús" de
Pagola. Le dolía que la vida de la iglesia pareciera atender en
ocasiones más al Derecho Canónico que a la Biblia y –precisamente por
eso – se empeñó más al estudio y la enseñanza de los cánones. A los
que trabajamos o nos enredamos con ideas, nos recordaba la oración de
Jesús, previniéndonos contra hacernos sabios y entendidos a costa de
alejarnos de los pobres y sencillos.
Con esa sencillez animó la calidez y alegría comunitaria de su
comunidad de El Triunfo, siempre tan visitada. Me imagino ahora a
Montero junto a Iñaki Elorza en la mesa del Padre comentando los
partidos del Cienciano, recordando viejas anécdotas de jesuitas y
soñando con su futuro. Deben estar preocupándose también por Teófila,
quien debe estar llorándolos en la cocina de su querida comunidad…
Viejo amigo, no me reproches esta semblanza. Me recuerdas que somos
solo instrumentos del amor de Dios, que todo lo demás es prescindible.
Mejor termino intentando sintetizar en tres proposiciones lo que te
empeñabas en hacernos comprender. En realidad solo era una: "déjate
atraer por Cristo". Así de esencial y cotidiano. Con todo, no nos
dejabas confundirla con una receta espiritualista, intentaste
acercarla más a nosotros y, en especial, a tus paisanos cusqueños. La
segunda es una oblación que hiciste a medida de quien no puede ir a
talleres de oración o ejercicios. La usabas, por ejemplo, con los
taxistas que confesabas mientras te llevaban a tu querido comedor de
niños: levantar la mirada y - recordando el slogan de aquella cerveza
- decir "Va para ti, Señor". La última era tu cita favorita de Santa
Teresita del Niño Jesús, Doctora de la iglesia y Patrona de las
misiones, sabiduría y proyección en una persona frágil, como siempre
recordabas. Era tu ideal de vida: ser como la pelotita con la que el
Niño Jesús juega en su misteriosa voluntad. Así estás ahora plenamente
en sus manos.

De una carta del P. Alejandro Repullés, SJ: Es curioso que al pensar
en él lo primero que se me viene a la mente no es la imagen que tienen
la mayoría de los cusqueños y quizá muchos jesuítas, del sacerdote
serio con su sotana, su boina y su abrigo por las calles del Cusco o
sentado en su confesonario o dictando clases a los seminaristas, sino
la de Montero joven representando papeles cómicos en las comedias de
Navidad en el juniorado y en filosofía o haciéndose pasar por el
Ministro de la casa frente a los jóvenes de la provincia de Andalucía,
que venían a estudiar filosofía a Madrid. Hombre de buen humor y fina
ironía, que nos hacía pasar muy buenos ratos a todos, hombre al mismo
tiempo de lo mas edificante, como decìamos entonces y muy buen
estudiante y predicador.
Nació en el centro de Madrid en diciembre de 1927 y siempre fue un
madrileño castizo, lo mismo que su padre D. Antonio. Ya en el año 36
ingresó a la Congregación Mariana de la Inmaculada y S. Estanislao de
Kostka donde se preparó para hacer la Primera Comunión. Sufrió la
persecución durante la guerra civil durante la cual su padre fue
detenido.
Después de la guerra continuó en la Congregación, bajo la dirección
del P. Joaquín Muzquiz y estudiando con los Hermanos Maristas de
Chamberí. Al terminar su secundaria y dar el Examen de ingreso a la
universidad, ingesó al noviciado de Aranjuez, siendo provincial el P.
Ridruejo y Maestro de Novicios el P. Gómez Martinho. Allí estuvo los
dos años de noviciado y cuatro de juniorado como era costumbre
entonces. Era un buen actor cómico y hasta buen jugador de voley.
La filosofía la hizo en Chamartín y al terminarla en el 1954 fue
destinado al Perú por el P. Olleros para que diera clase a los
novicios y juniores de Miraflores. Allí hizo los tres años de
magisterio viviendo casi ya como un padre grave. Solo venía con los
otros maestrillos a pasar las vacaciones mayores en Betania y juntos
pasábamos también las menores en Miraflores.
La teología la hizo como casi todos en Granada, donde estuvo muy
delicado con la TBC, razón por la cual el P. Mac Gregor, primer
viceprovincial de la flamante Vice-Provincia independiente del Perú lo
destinó al Cusco, después de hacer la tercera probación en Gandía y
tener una buena experiencia entre los leprosos de Fontilles.
Llegó al Cusco a mediados de 1963 y se incorporó a la comunidad de
jesuitas, que por encargo del Arzobispo Mons. Carlos María Jurgens,
tenía la dirección del Seminario y la parroquia del Sagrario, llegando
a ser en aquella época una comunidad de 9 sacerdotes, tres hermanos y
dos maestrillos. Desde su llegada comenzó a dar clases a los teólogos
y a ser ministro de la casa y ecónomo del seminario.
Esto marcó definitivamente su vida, pues ya no se movió del Cusco
hasta que por razones serias de salud fue trasladado a la enfermería
de Miraflores, donde había comenzado su apostolado en el Perú.
Su vida en el Cusco se puede resumir en pocas palabras pero que llenan
toda una vida de 47 años de apostolado incansable.
Su principal actividad ha sido la formación de los futuros sacerdotes,
pues mientras funcionó el Seminario siempre fue profesor y director
espiritual de muchos seminaristas, tanto mientras lo dirigíamos los
jesuitas como después cuando lo reabrió Mons. Mendoza bajo la
dirección de los diocesanos.
Junto con la formación de los sacerdotes dedicó gran parte de su
actividad apostólica a formar familias cristianas en el Movimiento
Familiar Cristiano, que heredó del P. Cánovas del Castillo y al que
dedicó gran parte de su apostolado.
Durante todos sus años en el Cusco fue profesor de religión en el
colegio de Santa Ana y también en algunas épocas de la Normal de Santa
Rosa. Son innumerables las niñas y señoritas que él formó y después
preparó para el matrimonio.
En las épocas difíciles y de verdadera hambre en el Perú, al comienzo
del gobierno de Fujimori, no dudó en abrir un comedor infantil
parroquial para dar de comer a 300 niños con la ayuda de las MM.
Ursulinas y que todavía sigue funcionando sin que nadie sepa de donde
ha conseguido tanta plata.
Como párroco que fue tantos años de la Parroquia del Sagrario, es
imposible saber cuántos habrán sido los bautizos realizados por él,
pero ciertamente muchos miles y muchas más las confesiones escuchadas
y las comuniones repartidas y el Sacramento de los enfermos
administrado a tantos en peligro de muerte, pues jamás se negó a
asistir a un enfermo grave fuera la hora que fuera. Lo mismo podríamos
decir de los matrimonios preparado y bendecidos por él.
Pero sobre todo la gran labor realizada por Montero en el Cusco ha
sido la cercanía a todos y su inserción en la vida cusqueña. Nadie
puede saber los consejos dados a todos los que se acercaban a él, bien
en el confesonario o en su despacho del Triunfo.
Cuánto jóvenes encontraron su rumbo en la vida. Cuántos matrimonios
solucionaron sus problemas. Cuántas personas encontraron consuelo y
fuerza para seguir adelante. Nadie lo sabe. Solamente ellos. Esta fue
la vida de Montero: Un jesuita feliz de serlo entre sus hermanos. Un
sacerdote dedicado al servicio de las almas. Un hombre que supo vivir
las alegrías y las tristezas de sus hermanos. Un buen sacerdote, hijo
de Dios al servicio de sus hermanos.
http://inmemoriam.jesuitas.pe/p-manuel-montero-sj/

Madrileño que quiso al Cusco con todo su ser. Padre Manuel Montero
enrumbó a la eternidad cusco www.diariodelcusco.com )

Acosado de una penosa enfermedad, dejó de existir el padre jesuita
Manuel Montero Torres, a los 83 años de edad, muy querido y respetado
en el Cusco. Sus restos serán sepultados hoy en la ciudad de Lima y se
velan en la Casa de Reposo de los Jesuitas, ubicada en el Malecón
Armendáriz 981 de la Parroquia de Fátima, en el distrito de
Miraflores. Hoy, a las quince horas, habrá una Misa de cuerpo presente
en la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima, para luego partir a un
cementerio privado para su sepultura.
El Padre Manuel Montero, nació el 14 de diciembre de 1927 en Madrid.
Fue hijo de un abogado y una profesora de Música, muy católicos.
Ingresó a la Orden Jesuita y su anhelo fue ser misionero en el África,
pero su destino lo trajo al Perú, donde llegó como Maestrillo luego
de haberse recibido de Sacerdote, llegando al Cusco en 1963, siendo
captado por el Padre José Cánovas del Castillo como su ayudante en la
conducción del Movimiento Familiar Cristiano y se hizo cargo del
Equipo Amor.
Cuando el Padre Cánovas se fue a Arequipa, el Padre Manuel Montero fue
designado por el Obispo de entonces, Monseñor Luis Durand Flores, como
Asesor del Movimiento Familiar Cristiano del Cusco – MFC y desde
entonces su labor giró alrededor del Equipo Central y de los 16
Equipos que tenía entonces el MFC. Fue el ápice del MFC en el Cusco y
en todo el Perú.
Fue el cerebro para el Tercer Encuentro Nacional del Movimiento
Familiar Cristiano, que reunió en la ciudad del Cusco a 511 parejas de
todo el Perú y se estudió el Tema la las Bienaventuranzas.
Fue Superior de la Parroquia El Sagrario por más de cuatro décadas y
fundó el Hogar de Menores San José de Waynapata, el 14 de diciembre de
1970, donde entre otros, albergó a la cantante Rossi War y sus
hermanos. Enseñaba en los Colegios de Señoritas Santa Ana y María
Auxiliadora.
En octubre de 1976, el padre Montero presidiò la Delegación del Perú
al Encuentro Latinoamericano del MFC en Quito, Ecuador.
El Padre Manuel Montero, fue un guía espiritual de muchas familias
cusqueñas. Se caracterizó por su sencillez. No le gustaban los
homenajes y los pergaminos. Caminaba con zapatos raidos, porque
prefería destinar sus exiguos ingresos para sus niños pobres. Fue un
santo, de extraordinaria personalidad, mucha humildad, y de profundo
espíritu cristiano.
Entre algunas acciones suyas, se tiene que en uno de sus retiros
espirituales, de ocho días y con el rito de San Ignacio, en el
Santuario de Huanca. Y uno de esos días vio que se incendiaba una
choza y como reparó que había gritos de niños, rompió la estructura de
las choza a patadas y salvó a dos criaturas destinadas a morir. Por
esa acción se lastimó uno de los pies y en su talón se hizo una herida
que no cicatrizó y fue uno de sus mayores males.
Quiso al Cusco y no quería irse pero como sus dolencias se agravaron
tuvo que viajar a Lima. Estuvo en la casa de reposo de la Parroquia de
Nuestra Señora de Fátima y se le declaró cáncer generalizado, desde
octubre del 2008.
El Cusco, ha perdido a uno de sus grandes hijos. En 1997 no quiso
recibir la Medalla de la Cuidad, cuando el entonces regidor Eric
Escalante y el Informativo El Diario le propusieron. Expresando que un
cristiano no hace su labor en busca de homenajes, sino en silencio
ARQUIDIÓCESIS DEL CUSCO LAMENTA LA MUERTE DE RECONOCIDO SACERDOTE JESUITA
Padre Manuel Montero fue llamado a la Casa del Padre, a la edad de 83 años

Esta semana, a la edad de 83 años, el sacerdote jesuita, Padre Manuel
Montero Torres, SJ., fue llamado a la Casa del Padre, El religioso,
ejerció desde hace 48 años una destacada labor pastoral en la
Arquidiócesis del Cusco, ganándose el cariño y respeto de los fieles.
El Padre Montero, es madrileño de nacimiento, pero cusqueño de corazón
y espíritu. Desempeñó una incansable labor a favor de los fieles del
Cusco, atendiendo no solo las necesidades materiales de los más
necesitados, sino también las necesidades espirituales de cuanta
persona llegaba hasta él para pedir consejo.
Fue Capellán de la Congregación Hijas de Santa Ana, así como fundador
en el Cusco del Movimiento Familiar Cristiano, el Hogar Transitorio de
Menores San José que cobija a un promedio de 50 niños desamparados, y
el Comedor Gratuito Infantil "El Sagrario" donde actualmente se
otorgan 350 almuerzos diarios a niños pobres de la ciudad.
Unido al pesar de todos los que conocieron y trabajaron junto al
sacerdote, el Arzobispo del Cusco, Monseñor Juan Antonio Ugarte Pérez,
expresó su dolor por la irreparable pérdida del Padre Montero e invita
a todos los fieles a unirse en oración en la Misa de Honras que se
celebrará en su memoria, el domingo 14 de marzo, a las 7:00 de la
noche, en el Templo de la Compañía de Jesús, en el Cusco.
http://www.iglesiacatolica.org.pe/cep_prensa/archivo_2010/desarrolloinformacion_120310.htm